Esta es la opinión de Francisco Valdés Ugalde, director de FLACSO-México, en El Universal de hoy.
La reacción antirreeleccionista
La reforma política sin reelección consecutiva legislativa y municipal será una mascarada. Por ello es indispensable que sea aprobada por la Cámara de Diputados. De otro modo veremos como comedia lo que ya ha sido una tragedia: el autoritarismo basado en el sistema presidencialista. Si la sociedad mexicana quiere un siglo XXI democrático y moderno, requiere de instrumentos para moldear la política, uno fundamental es la reelección consecutiva.
Todos los regímenes políticos del mundo se están transformando; van saliendo de su condición dieciochesca (o más vieja aun) para hacer lugar a nuevas realidades. El nuestro ha evolucionado, pero no lo suficiente para que la participación social sea una de sus características, ni para que la rendición de cuentas y la democratización del poder sean realidad.
El nuestro es un régimen presidencial vetusto y caduco. El sistema presidencial fue un sustituto de una monarquía imposible. Donde fue inventado (Estados Unidos) a eso respondió: crear una jefatura del Estado y del gobierno ahí donde no podía haber un monarca. George Washington, el primus inter pares de los fundadores de esa nación declinó la sugerencia de ser coronado. Su mesura es de agradecer. Solamente aceptó ser presidente y no vitalicio, como también se pretendía.
Paradójicamente, los sistemas parlamentarios tienen su origen, precisamente, en la imposibilidad de sustituir a la monarquía. El parlamentarismo se origina en la conversión de las monarquías absolutas en monarquías parlamentarias, igual en Europa que en Oriente.
Casi todos los países latinoamericanos fueron marcados por la orfandad de la monarquía, que los dejó en la estacada. De ahí que hayan seguido el camino de Estados Unidos, produciendo imitaciones mediocres accidentadas y trágicas. En buena medida gracias a la enorme desigualdad de sus sociedades, engendradora de preferencias y opiniones tan diversas y encontradas que sólo por la fuerza pudieron ser sometidas.
A lo largo de la historia, el sistema presidencialista en México siempre ha colisionado con la democracia. El porfiriato y el autoritarismo predominante durante el siglo XX se fincaron en el sistema presidencial. Tenían otras fuentes, sin duda, pero en la estructura política el poder concentrado y piramidal con exclusión de competencia efectiva fue condición esencial para explicar la historia de 1885 a 1910 y de 1924 a 1996. Hoy, el sistema presidencialista es incapaz de conciliar el pluralismo y la gobernabilidad.
Cuando en el lenguaje de la mitología oficial se habla de “la Constitución de 1917”; se incurre en un error. La Constitución de 1917 era una constitución democrática, si bien con un sistema presidencial. Durante la década de los 20 el país erró (en todas las acepciones del verbo) sin poder encontrar ni acertar a establecer el bipartidismo. De una parte se reclamaba a los “conservadores”; su “incapacidad” para formar un partido que compitiera con los “revolucionarios”, de otra se combatía a los que eran calificados con aquel mote. La represión al vasconcelismo en 1929 dejó a los victimarios del PNR, encabezados por Plutarco Elías Calles, como partido único, que procedió a la supresión, en 1933, de la reelección consecutiva de alcaldes y legisladores como recurso para establecer una gobernabilidad presidencialista autoritaria, centralizada y piramidal.
Con esa medida y otras que la complementaron sometieron al municipio libre, al Congreso de la Unión y a las legislaturas de las entidades federativas al arbitrio de gobernadores y presidentes. El Poder Judicial ya había sido sojuzgado por Obregón en 1928 y lo fue aun más por Lázaro Cárdenas después de 1934.
Los diputados de partido y el sistema binominal de representación en las cámaras que se introduce en 1977 y todavía perdura fue una medida para conducir pacíficamente al pluralismo político y, a la postre, a la alternancia en el poder.
Sin embargo, la ausencia de reelección consecutiva mantiene al municipio y las legislaturas, incluida la federal, como rehenes de un autoritarismo ingobernable y carente de sentido. Los argumentos que defienden la no reelección pecan de ignorancia o de franca voluntad autoritaria.
La reelección consecutiva es la primera y más natural forma de revocación de mandato, es quitar poder a los partidos y a los mandamases que pastorean a los legisladores, es devolver oxígeno a la sofocada comunidad política territorial, es acotar el poder de los gobernadores, es aumentar el poder de los ciudadanos, pues quienes quieran ser reelectos tendrán que mirar para abajo en vez de para arriba, la reelección es el fin de los chapulines, que brincan de puesto en puesto porque no tienen de otra.
En fin, la reelección es la llave que abriría la puerta a las asignaturas pendientes de reforma del Estado; sería la despedida al régimen político de los caudillos de la “Revolución” y de su institucionalización. Sería empezar a conjurar la maldición de que cada vez que despertamos el dinosaurio sigue ahí. Lo contrario es reacción restauradora.
Aunque veo que el sector académico se ha uniformado apoyando la reelección consecutiva, dejaré mi comentario. Decir que la reelección es la mejor revocación, es como decir que el robo de 300 millones de pesos por parte de un funcionario, es la mejor forma de ver si era honesto o no, aunque el daño ya esté hecho. Es un mito, una mentira decir que en México la gente elige. En México a la gente le imponen cierto número de opciones y de ahí tendrá que escoger alguna, por lo que de ninguna manera la gente elige libremente, mucho menos si los procesos electorales, donde según este artículo se dará la “mejor revocación” están plagados de trampas, carentes de limpieza y transparencia, además de campañas tendenciosas que manipulan a la gente, escaseando frecuentemente el voto razonado y máxime si se trata para dárselo a un funcionario en ejercicio.
Los académicos no están uniformados en este tema pero si hay una amplia mayoría en favor de la reelección. La razón es sencilla: la teoría y evidencia comparada apunta en ese sentido. Tampoco es una panacea, por supuesto. Por otro lado, si no crees que en México la gente elige libremente (así sea a partir de un menú limitado de opciones) entonces difícilmente creerás en la reelección.
Yo prefiero darle el beneficio de la duda a los votantes. Sin miedo.
Saludos.