Ayer se publicó en El Universal y Reforma un desplegado donde 46 intelectuales y políticos se pronunciaban “Por una Democracia Constitucional” donde hubiera:
- un sistema político que haga compatibles las diferencias propias de una democracia y las conductas cooperativas propias de una república.
- El programa de gobierno debe contar con apoyo mayoritario de los representantes de la Nación.
- Si ningún partido dispone de mayoría en la presidencia y en el Congreso, se requiere una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban.
Suena grandilocuente. Y lo es. Por desgracia, la propuesta que hay detrás no lo es tanto: esta es la iniciativa del Senador Beltrones presentada el 14 de septiembre de 2010.
La iniciativa plantea que la constitución permita la opción de “acordar políticas públicas” con una coalición de partidos en el Congreso y que el Senado que ratifique por mayoría simple a los miembros del gabinete y… ya.
¿Acaso hoy no podría hacerse eso? Sí, el plan nacional de desarrollo del presidente podría consensarse con otros partidos y los gabinetes podrían ser fichas de negociación con otros partidos. ¿Y si es tan buena idea por qué no ha ocurrido hasta ahora? Fácil, porque no le interesa al presidente ofrecerlo ni a los partidos aceptarlo.
Para decirlo de manera más general, hoy día nada impide que un presidente sin mayoría de su partido en el Congreso negocie una coalición con los partidos que guste sobre los temas que guste de manera que se pacten cargos, legislación y políticas públicas en los términos que guste (y que le acepten las contrapartes, claro). La negociación política tiene mala fama pero no es ni ilegal ni gratuita.
Lo cierto es que si algo impide la negociación de más o mejores acuerdos entre el Ejecutivo y el Legislativo no es la ausencia de un mandato constitucional “opcional” para hacerlo, sino que las reglas vigentes ofrecen pocos incentivos para ello. Sin reelección legislativa, es muy difícil para el Ejecutivo negociar con bancadas sumamente disciplinadas con sus líderes partidistas, cortoplacistas y poco experimentadas.
El primer paso para acercarnos a algo parecido al semi o cuasi parlamentarismo que proponen los intelectuales es fortalecer al Congreso. Pero sin reelección legislativa, cualquier propuesta de gobiernos de coalición es un parche poco útil. ¿Por qué no apoyar con firmeza y desplegados la reelección legislativa?
Nada malo hay en buscar “construir coaliciones” per se, de eso se trata la política. Y claro, una coalición siempre será preferible a inventar mayorías mediante cláusulas de gobernabilidad dudosamente democráticas. El problema es que no se puede legislar qué temas y fichas hay que negociar para que las coaliciones sean duraderas. En breve: no tiene mucho sentido regular los quid pro quo entre el ejecutivo y legslativo.
Intercambiar políticas públicas a cambio de asientos en el gabinete –tal y como se propone– puede no servir de mucho y quizá complicaría las cosas. Van algunas ideas al vuelo:
- Calderón negoció cargos con Elba Esther Gordillo y no se logró gran cosa en materia de educación, ¿o si?
- ¿Confiarías la formación de un gabinete a un congreso que no puede siquiera nombrar consejeros electorales tal y como es su obligación constitucional?
- ¿Le vamos a encargar a un congreso que no se toma en serio ni la cuenta pública que vigile la ejecución de una agenda programática? ¿Quién decidirá el éxito o fracaso de la misma y las consecuencias de ello? ¿Lo regulamos también?
- Si los acuerdos de la coalición se rompen, podemos acabar con un gabinete disfuncional o simplemente encargando la chamba a los subsecretarios o a los encargados de despacho.
De un tiempo a esta parte algunos intelectuales se pronuncian por dejar ya de discutir reformas electorales e introducir elementos de un régimen parlamentario en nuestro sistema político. Loable y defendible causa. Pero el primer paso para acercarnos a una democracia funcional –ya sea presidencial pero sobre todo parlamentaria– es la reelección legislativa. Exijamos entonces lo fundamental antes que lo accesorio.
Lecturas relacionadas:
- Opiniones: una visión optimista de los gobiernos de coalición aquí, y una visión más crítica aquí.
- Academia: he aquí una buena lista de referencias sobre gobiernos de coalición y su efectividad, y aquí un buen repaso de esa literatura.
- El 23 de octubre participé en una mesa sobre este tema en CNN en español, con Ma. Amparo Casar y los diputados Javier Corral y Armando Ríos Piter.
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