Maestros y acción colectiva

Aquí mi columna semanal para Excélsior, “Voto razonado” (31 agosto 2013), donde discuto los problemas de acción colectiva relacionados con el conflicto distributivo que acompaña una posible reforma educativa.

Maestros, educandos y acción colectiva.

Detrás de toda política pública existe un conflicto distributivo. Esto es mucho más evidente cuando los maestros se movilizan para protestar contra una reforma que afecta sus intereses, pero este conflicto existe incluso cuando no hay protestas: los contribuyentes (sean padres de familia o no) pagan por la educación pública, los maestros cobran sueldos y reciben prestaciones por impartir clases (y a veces aún sin impartirlas) y, por otro lado, niños y jóvenes reciben una educación de diversa calidad.

Visto desde una perspectiva económica, cuando unos pagan lo que otros reciben, a veces no queda claro si los verdaderos beneficiarios del gasto público en educación son los maestros o los educandos. Visto desde un punto de vista legal, los derechos de los maestros pueden estar en conflicto con el derecho de los niños a una educación de calidad o bien con el derecho del Estado a modificar las condiciones contractuales de sus empleados.

Los beneficios a largo plazo de contar con un buen sistema de educación pública son inmensos. Los costos sociales de no contar con tal sistema son enormes. Por ello, resulta difícil pensar que los costos de reformar la educación pública en México sean mayores a los beneficios potenciales. Sin embargo, en política, las cosas son mucho más complicadas que el simple cálculo de costos y beneficios. Veamos por qué.

Los problemas de acción colectiva son una de las tragedias clásicas de la política. El que todos los miembros de un grupo se puedan beneficiar de un esfuerzo colectivo común, no implica que cada individuo del grupo tenga los mismos incentivos para participar. Por ejemplo: si todos nos esforzáramos de manera coordinada para cambiar el país, sin duda éste cambiaría. Sin embargo, ni todos los mexicanos querrán cambiar al país en el mismo sentido ni todos querrán esforzarse igual. Es por ello que las acciones colectivas exitosas son más bien escasas: casi nadie querrá tomar iniciativas en las que casi nadie querrá participar. Por otro lado, muchas iniciativas socialmente deseables no serán llevadas a cabo. Y toda acción colectiva exitosa vendrá acompañada de cierta injusticia puesto que algunos acabarán disfrutando del esfuerzo de otros.

El tamaño de los grupos involucrados en una acción colectiva es crucial ya que, a mayor tamaño del grupo, menores serán los incentivos para esforzarse y mayores serán las probabilidades de gorronear el esfuerzo de otros. Por ello, los grupos de menor tamaño serán más eficaces para conseguir sus objetivos que los grupos más numerosos. Por otro lado, el esfuerzo al interior de un grupo dependerá de la existencia de premios y castigos tales como los observados al interior de un club, una mafia o un sindicato.

La estructura de costos y beneficios también es determinante para explicar el éxito de una acción colectiva. Cuando la participación rinde beneficios concentrados al interior del grupo, y ésta produce costos dispersos fuera de él, los incentivos para esforzarse son mayores. Un ejemplo típico es un sindicato que consigue prebendas para sus miembros a costa de crear rigideces en el mercado laboral.

En contraste, cuando los costos de la acción colectiva están concentrados dentro del grupo, mientras que los beneficios esperados se encuentran dispersos fuera de él, los incentivos para la participación son mucho más débiles. Pensemos ahora en los padres de familia interesados en una mejor educación pública para sus hijos: un beneficio disperso y futuro que sólo podrán obtener a costa de un esfuerzo concentrado en unos cuantos padres dispuestos a exigirlo.

En consecuencia, los maestros sindicalizados tendrán un mayor poder de negociación frente al gobierno que los padres de familia. El sindicato, al ser un grupo de menor tamaño y con una estructura de premios y castigos mucho más tangible, será más eficaz que los muchos padres de familia para obtener prebendas del Estado. Y por la misma razón aquéllos se esforzarán más por bloquear una reforma que éstos por promoverla. Una tragedia.

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