Debilitar al árbitro

Esta es mi columna semanal para Excélsior, “Voto razonado” (2 noviembre 2013), donde discuto la preocupante tendencia por debilitar o vulnerar la autonomía de los órganos de control (como el IFE o IFAI) mediante reformas recurrentes.

Debilitar al árbitro

A partir del 31 de octubre pasado, el Consejo General del Instituto Federal Electoral se ha quedado con sólo cuatro consejeros: Marco Antonio Baños y Benito Nacif, designados en 2008, y Lorenzo Córdova y María Marván, designados en diciembre de 2011.

Al parecer, en la Cámara de Diputados no hay ninguna prisa por reintegrar al Consejo General del IFE: la convocatoria para designar a un nuevo consejero presidente y cuatro consejeros generales más apenas fue lanzada el 24 de octubre pasado. Baste recordar que esa misma Cámara no ha sido capaz de designar al suplente del consejero Sergio García Ramírez, quien renunció al cargo en febrero pasado. Por desgracia, tampoco es la primera vez que esto sucede: entre noviembre de 2010 y diciembre de 2011, el IFE tuvo que funcionar con sólo seis de sus consejeros.

Al parecer, el cumplir con los plazos y términos señalados en la Constitución es menos importante que esperar el posible resultado de una nueva reforma político-electoral: quizá no tenga sentido designar a los cinco consejeros faltantes cuando es posible que el IFE se transforme en un Instituto Nacional Electoral con 11 consejeros. Si hoy faltan cinco, pasado mañana podrían faltar siete. Ya veremos. Los cuatro consejeros que hoy están en funciones podrían seguir siéndolo en el nuevo Instituto, pero quizá no. Los cinco, siete u 11 nuevos consejeros podrían permanecer en sus cargos el plazo completo indicado en sus nombramientos, pero si en el mediano plazo se cruza una nueva reforma electoral, quizá no: así son las reformas de gran calado en nuestro país.

Mientras tanto, el Consejo General del IFE ha acordado contar con una presidencia provisional rotativa: cada mes cambiará la identidad del consejero presidente. Los otros tres consejeros tendrán que participar, también de manera rotativa, en todas las comisiones de trabajo del Instituto. Esto último contraviene la letra del Cofipe, pero ¿qué otra cosa se puede hacer si la Cámara de Diputados obliga a un órgano constitucional autónomo a operar en condiciones límite?

El IFE no es el único cuerpo colegiado obligado a trabajar en un entorno de incertidumbre legal. Los cinco comisionados del IFAI también están esperando saber qué pasará con la reforma en materia de transparencia. Tanto los comisionados del nuevo Instituto Federal de Telecomunicaciones como la Comisión Federal de Competencia fueron designados antes de que fuera aprobada la legislación secundaria.

De un tiempo a esta parte, crear órganos constitucionales autónomos es el remedio de moda para diversos problemas de política pública: IFE, Banco de México, CNDH, INEGI, IFAI, INEE, IFT, CFCE, etcétera. En principio, no parece un mal remedio. Pero cuando los órganos supuestamente autónomos cambian con el capricho de cada legislatura, su independencia y autonomía legal pierden fuerza en los hechos.

Las reformas políticas pueden venir acompañadas o no de nuevos árbitros. Pero no es un asunto trivial. Van algunas preguntas hipotéticas. ¿Qué pasaría si la Suprema Corte de Justicia de la Nación se quedara con sólo cuatro ministros? ¿Qué pasaría si, ante la reforma en materia de derechos humanos, se hubiera desintegrado a la Corte para buscar ministros más adecuados para las nuevas normas? ¿Qué ocurriría si, ante la evidencia de corrupción local, desaparecieran todos los tribunales estatales para que todos los asuntos fueran atendidos y resueltos por una “nueva y ampliada” Corte? Un razonamiento similar hay detrás de la propuesta  de transformar al IFE en INE.

Una secuencia de reformas acompañadas siempre de nuevos árbitros es una forma segura de producir árbitros cada vez más débiles. Si en un mismo año se renovaran todos los órganos autónomos, se correría el riesgo de concentrar demasiado poder en una sola legislatura. Si nuestros legisladores en verdad buscan árbitros independientes, autónomos y confiables, bien harían por comenzar respetando un poco más la autonomía de los órganos que ellos han creado.

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