Esta es mi columna semanal para Excélsior, “Voto razonado” (16 noviembre 2013), donde comentó los resultados más recientes para México sobre satisfacción con la democracia.
La llamada “satisfacción con la democracia” se intenta aproximar mediante diversos tipos de preguntas en encuestas. La primera es una evaluación general sobre la deseabilidad de un sistema democrático: ¿considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno o, en algunas circunstancias, es preferible un gobierno autoritario? Una segunda pregunta consiste en preguntar si el encuestado considera que su país es una democracia o no. Por último, una tercera variante consiste en preguntar ¿qué tan satisfecho se encuentra con la democracia de su país?
Hace unos días se dio a conocer la más reciente encuesta de Latinobarómetro, levantada año con año en 18 países de América Latina y los resultados para 2013 no son nada alentadores para México. En nuestro país, solamente 37% de la población adulta considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, proporción 16 puntos menor a 53% que pensaba esto mismo en 2003, y 19 puntos por debajo del promedio latinoamericano de 56 por ciento. En 2013, solo uno de cada cinco mexicanos se manifiesta algo o muy satisfecho con la democracia.
Para poner estos resultados en perspectiva, vale la pena compararlos con los de otros países. Entre 2003 y 2013 la valoración de la democracia como la mejor forma de gobierno pasó de 68 a 87% en Venezuela, de 69 a 73% en Argentina, de 35 a 49% en Brasil, y de 78 a 71% en Uruguay.
Una ventaja de las encuestas es que permite comparar la respuesta de miles de personas ante una misma serie de preguntas. Por otro lado, una desventaja es que resulta difícil saber si la palabra democracia significa lo mismo para todos los encuestados. Y resulta imposible saber por qué la gente responde estas preguntas como lo hace.
¿De dónde viene tanto desencanto? Proveer explicaciones a modo para explicar el desencanto democrático es un deporte de moda entre intelectuales y analistas de diversa índole: “es culpa del regreso del PRI a la Presidencia”, “son los gobernadores sin control”, “todo es culpa del IFE”, “es que sobran partidos políticos (o quizá faltan otros)”.
¿Qué querrá decir la democracia para los ciudadanos? Una definición minimalista sería pensar que la democracia equivale a tener elecciones confiables. Una definición más amplia exigiría un sistema político representativo e incluyente. Y una definición aún más amplia exigiría un sistema político que ofreciera resultados concretos y tangibles para las mayorías. Los teóricos no están de acuerdo en una sola definición y, al parecer, los ciudadanos tampoco.
La evidencia de diversos países sugiere que, en efecto, los resultados del proceso político importan: en países con mayor crecimiento económico, menor corrupción o desempleo, hay una mayor satisfacción con la democracia. Otros aspectos, como el respeto a la libertad de expresión, la representatividad del sistema de partidos, la rendición cuentas de las autoridades y la equidad de género también pueden estar asociadas con una mayor apreciación por la democracia.
Para algunos, una democracia no se puede considerar consolidada hasta que la gran mayoría de la población acepte que ésta provee las “mejores reglas del juego”, lo cual requiere fortalecer el sistema electoral, el sistema de partidos y los pesos y contrapesos, por ejemplo. Por desgracia, para muchos ciudadanos la evaluación de la democracia poco tiene que ver con estos aspectos relativamente oscuros del diseño institucional: quizá para algunos no esté del todo clara la relevancia de “la política” en la vida cotidiana, la economía o la seguridad de los hogares.
O quizás ocurre justo lo contrario y estén en lo correcto: poco importan los detalles finos del proceso político-electoral si éste no produce resultados socialmente deseables. Para que esto ocurra hace falta que más políticos teman perder el poder. La tragedia del desencanto democrático radica en que ésta puede producir desinterés por la política entre los ciudadanos… y para fortalecer una democracia hace falta más participación y más votos de castigo, no menos.
Lecturas adicionales:
- Andrés Lajous comenta y compila otros artículos de opinión sobre el mismo tema.