Clientelismo y participación electoral

En las últimas semanas he comentado varios aspectos de las elecciones locales de este año en México en mi columna “Voto razonado” de Excélsior. Aquí la segunda de ellas.

Clientelismo y participación (20 mayo 2017)

La semana pasada, en este mismo espacio, comentaba la aparente paradoja de que en algún país o entidad pueda haber un claro “deseo de cambio” en el partido en el gobierno y que éste no necesariamente venga acompañado de alternancia en el poder. Una primera respuesta es una falla de coordinación: si la oposición no logra construir una alianza opositora, un partido político indeseable para una mayoría absoluta del electorado puede acabar manteniendo el poder por mayoría relativa —beneficiándose de la fragmentación del voto opositor—. Una segunda respuesta tenía que ver con la calidad de las candidaturas: para ganar una elección reñida hacen falta candidatas (os) de calidad— o por lo menos contar con mejores candidaturas que las del partido en el gobierno—.

Una tercera posibilidad es que la alternancia no llega porque los partidos en el gobierno recurren a su “maquinaria” de movilización, compra o intimidación de votos: el así llamado clientelismo. Como sabemos, las elecciones locales inducen una menor participación electoral que las presidenciales. En principio, una elección en una demarcación pequeña —como un municipio o distrito local— y con baja participación electoral puede resultar más susceptible al clientelismo: es más fácil comprar unos cuantos cientos o miles de votos —y que éstos afecten de manera determinante el resultado—, que millones de ellos.

Hay quien dice que, a pesar de todos los esfuerzos legales e institucionales para contar con elecciones libres y justas, el clientelismo ha venido en aumento con la transición democrática de nuestro país. Puede ser. En la medida que haya más elecciones reñidas, los partidos políticos de cualquier signo tendrán mayores incentivos para intentar comprar votos. La lógica es similar: una elección reñida puede decidirse con pocos votos. El otro lado de la moneda es que las elecciones reñidas también pueden inducir mayor participación electoral.

Si todo lo anterior es cierto, hay dos claves para derrotar el clientelismo: buscar una mayor participación electoral y tener más elecciones locales concurrentes con las federales. En el mismo sentido, hay quienes incluso sugieren que hacer obligatorio el voto es un buen antídoto contra el clientelismo, por ejemplo. La consecuencia de estas medidas sería reducir el peso relativo de las maquinarias electorales y el clientelismo.

¿Existe un sesgo partidista en la participación o abstencionismo electorales? Por mucho tiempo se creyó que sí, pero lo cierto es que esto depende del año y el tipo de elección que se analice. Si consideramos las elecciones federales de 2012, el abstencionismo no estuvo asociado con una mayor proporción de votos para el PRI (y en 2015 ésta relación fue negativa).

Por otro lado, si analizamos los resultados de elecciones locales entre 2003 y 2015, resulta que en las elecciones municipales y para congresos locales el abstencionismo sí ha beneficiado al PRI. Por último, si sólo consideramos las elecciones para gubernaturas en el mismo periodo, nuevamente no parece haber una relación sistemática entre abstencionismo y votos para el PRI.

¿Cómo interpretar esta evidencia aparentemente  contradictoria? Por un lado, hay que recordar que, al igual que en el gobierno federal, la mayoría de los estados y municipios ya han tenido alternancia partidista. Si una mayor participación electoral —el supuesto antídoto del clientelismo— no siempre perjudica al PRI, pueden inferirse dos cosas: o bien, el clientelismo ya no es una práctica exclusiva del otrora partido hegemónico, o bien el antídoto en realidad no funciona como se esperaba.

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Incertidumbre en elecciones locales

En las últimas semanas he comentado varios aspectos de las elecciones locales de este año en México en mi columna de Excélsior, “Voto razonado”. Aquí la primera de ellas.

Incertidumbre local (13 mayo 2017)

Estamos en la recta final de las campañas electorales en Coahuila, Estado de México, Nayarit y Veracruz. Tan sólo hace seis años, Eruviel Ávila y Rubén Moreira obtuvieron más del 60% de los votos de sus respectivas entidades. Eran otros tiempos en ese lejano 2011, sin duda. A diferencia del pasado, en que las elecciones en lugares como Coahuila o el Estado de México eran relativamente predecibles por ser sendos bastiones priistas, este año ambas gubernaturas lucen sumamente reñidas.

El 2 de mayo pasado, en una mesa redonda sobre elecciones locales organizada por el CIDE, Lorena Becerra —politóloga y experta en opinión pública—, señaló que según las encuestas levantadas  por el diario Reforma a finales de abril, 78% del electorado en el Estado de México y 71% en Coahuila considera que debe cambiar el partido en el gobierno. A partir de ese par de datos, uno podría inferir que las probabilidades de triunfo del PRI en aquellas entidades son relativamente bajas. ¿Será? Por otro lado, las intenciones de voto reveladas en esas mismas encuestas, y otras más, sugieren otra cosa: se trata de elecciones reñidas y de pronóstico reservado entre el PRI y el PAN en un caso, y entre el PRI y Morena, en el otro.

Por desgracia, a diferencia de las elecciones presidenciales, en el caso de las elecciones locales contamos con relativamente menos encuestas públicas. Para el Estado de México, la entidad más grande en juego este año, cuatro periódicos nacionales publicaron encuestas durante abril pasado: El Economista, El Financiero, El Universal y Reforma.

A partir de los resultados de estas cuatro encuestas, Javier Márquez —experto en estadística y opinión pública— ha realizado un meta-análisis obteniendo los siguientes resultados: hacia finales de abril, Alfredo Del Mazo tendría entre 20 y 23% de las preferencias, Delfina Gómez entre 17 y 23%, y Josefina Vázquez Mota entre 14 y 17 por ciento. Estos intervalos son relativamente bajos porque no incluyen una tasa de no respuesta elevada aún de entre 23 y 32% del electorado.

Meta análisis de Javier Márquez

¿Quién ganará? No lo sabemos y eso, de entrada, ya es una buena señal de la importancia del voto a nivel local. ¿Fallarán las encuestas? Tampoco lo sabemos aún. Hace apenas un año, la elección de gobernador en Veracruz lucía “empatada a tercios” y, al final de cuentas, el margen entre el primer y segundo lugar fue de 4.5 puntos porcentuales, y de ocho puntos entre primer y tercer lugar.

¿Cómo puede haber un claro hartazgo y deseo de cambio en una entidad y que, al mismo tiempo, no tengamos claro si habrá alternancia o no? Hay tres respuestas, al menos. En un sistema multipartidista, para ganar una gubernatura hace falta construir coaliciones. De ser posible, es natural y deseable que haya una coalición opositora. En su defecto, cuando los partidos no son capaces de hacer esto, hace falta una coalición de votantes (para eso sirve el llamado voto útil).

En ausencia de coaliciones, la fragmentación del voto puede acabar favoreciendo al partido en el poder. Por ello, un segundo elemento tiene que ver con la calidad de las campañas. Incluso en ausencia de coaliciones, una campaña profesional puede ayudar al electorado a decantarse por la mejor candidatura opositora.

El tercer elemento tiene que ver con la calidad de las candidatas (os). Más allá de las estructuras, el presupuesto y la estrategia de cada partido o campaña, todos ellos factores importantes, para ganar una elección hacen falta buenos candidatos (as). Las campañas son esa ocasión única en que el electorado indeciso puede dilucidar quién merece su voto. Pero lo necesario no siempre es suficiente.

Votar por coaliciones

Desde la reforma electoral de 2007/2008, en México se puede votar por dos o más partidos a la vez, siempre y cuando estén en coalición.

Una candidatura en coalición de dos partidos implica tres formas de votar: por A, por B, o bien por A y B. Una coalición de tres partidos ya es más complicada: se puede votar por A, B, C, “A y B”, “A y C”, “B y C”, o bien por “A, B y C”. Estos votos no cuentan doble ni triple, pues la ley señala que se prorratean entre los partidos de la coalición.

Evidentemente, esto ha producido confusiones entre el electorado, mayores errores en el escrutinio de las casillas, y un mayor número de votos nulos en las demarcaciones con coaliciones.

Si hacemos las combinatorias respectivas, resulta que:
Hay 7 formas de votar por una coalición de 3 partidos.
Hay 15 formas de votar por una coalición de 4 partidos.
Hay 31 formas de votar por una coalición de 5 partidos.
Hay 63 formas de votar por una coalición de 6.
Hay 127 formas de votar por una coalición de 7.

“Eso no pasa”, dirán algunos. Pues bien, en la elección para gobernador en Veracruz 2016,  el PRI hizo una coalición de 5 partidos, y este año en el Estado de México habrá una coalición de 4 partidos y en Coahuila habrá una de 7.

Las coaliciones multipartidistas son una buena idea. Votar por dos o más logotipos no tanto. ¿Alguien podría pedirle al Congreso o al TEPJF terminar con este sinsentido y volver al simplísimo “vote por uno, el que más le guste”?

Ejemplos: AEC_Veracruz_2016 / AEC_Coahuila_2017 / AEC_Edomex_2017

*Nota: Las M formas posibles de votar por una coalición de N partidos está dada por la expresión: M = 2^N – 1.

PREP vs. Conteo Rápido Veracruz 2016

Desde 2006, las controversias en torno al PREP son comunes y corrientes. Este año la controversia mayor ocurrió en la elección para la gubernatura de Veracruz. El conteo rápido estimó que el ganador sería el candidato del PAN-PRD (Miguel Ángel Yunes), mientras que en las primeras horas del PREP el primer lugar lo ocupaba Morena (Cuitláhuac García). Por otro lado, las primeras encuestas de salida anticipaban un triunfo reñido para el PRI. Sin embargo, 24 horas después, el resultado PREP acabó dentro del intervalo estimado por el Conteo Rápido. ¿Cómo pasó eso?

Primero, las definiciones. El PREP es un mecanismo de monitoreo, en tiempo real, del flujo de datos electorales de las casillas conforme llegan a los centros de acopio en las juntas distritales de cada entidad del país.  El PREP no es un instrumento que permita hacer pronósticos válidos o confiables toda vez que no está basado en una muestra representativa de casillas, sino en el flujo acumulado, en tiempo real, de las casillas: es una especie de censo. Y como este flujo tiene por naturaleza una serie de sesgos (urbanos y geográficos, por ejemplo), es muy difícil obtener resultados representativos a partir del PREP. Y si las preferencias electorales también tienen un sesgo urbano o geográfico, el PREP lo reflejará.
En el caso de Veracruz, Morena tuvo altas votaciones en Xalapa, Coatzacoalcos, Orizaba y Poza Rica, todos con una mayor proporción de casillas urbanas –y que llegan más rápido a los centros de captura– que el resto de la entidad.

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Un modelo fallido de comunicación política

Esta semana escribí dos comentarios sobre el modelo de comunicación política vigente en México desde 2008.  Primero, en mi columna para Excélsior, “Voto razonado” y, un par de días después, en la Tribuna de Milenio junto con Jorge Buendía, Jorge Javier Romero y Esteban Illades. Aquí encontrarán ambos.

Modelo fallido (Excélsior, 12 marzo 2016)

El pasado fin de semana, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó suspender la difusión de un spot en el que Andrés Manuel López Obrador, líder del partido político Morena, criticaba la compra del avión presidencial y sentenciaba: “En 2018, lo vamos a vender”. En un primer momento, la comisión de quejas y denuncias del INE había descartado suspender la transmisión de estespot, pero el Tribunal opinó lo contrario. Continue reading

¿Candidaturas independientes para la Asamblea Constituyente CDMX?

Como sabemos, para obtener el registro como candidata(o) independiente para la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México hacen falta, entre otras cosas, 1% de firmas de la lista nominal (7,379,200 electores). Sea r el umbral mínimo de firmas requeridas.

Ahora bien, para obtener una curul hacen falta al menos 1/60 o 1.66% de los votos totales. Sea g ese umbral mínimo de votos y t la tasa de participación electoral observada el 5 de junio próximo.

Si la tasa de participación electoral es menor a 60%, r será mayor a g: habrán sido necesarias más firmas para conseguir el registro que votos para ganar una diputación constituyente.

constituyenteCDMX

Aquí una columna reciente al respecto.

10 tuits sobre voto nulo vs. voto de castigo

El viernes 5 de junio tuiteé 10 ideas rápidas sobre el debate entre voto nulo vs. voto de castigo. Aquí los recopilo for the record. Y, por si acaso, aquí encontrarán más detalles sobre el fondo de la cuestión.

  1. El argumento moral, deontológico o expresivo de los anulistas –“yo no voto por indignos, protesto contra ellos”– es irrebatible.
  2. Pero el argumento consecuencialista del voto nulo es fácilmente derrotado –con aritmética, teoría y evidencia– por el voto de castigo.
  3. No hay forma “incorrecta” de votar. Vota como quieras: es tu voto, tu moral y/o tu pragmatismo.
  4. La pregunta de fondo es clave: ¿cuál es la mejor forma de presionar a los políticos, “anulando como protesta” o “casgtigando con votos”?
  5. Hay mucho debate sobre el sesgo partidista del voto nulo. De haberlo, es de impacto trivial. Acaso es más grave el abstencionismo.
  6. Sea cual fuere el resultado del domingo, sería absurdo culpar a los anulistas de una decisión colectiva.
  7. Por otro lado, si para los anulistas resulta irrelevante la composición del Congreso, será interesante ver sus reacciones el mismo lunes.
  8. Intenciones del voto nulo: lo que para unos significa un acto de protesta, para otros es un aval del statu quo o del resultado electoral.
  9. Considera las consecuencias de tu voto. En política, como en tantas otras cosas, importan más las consecuencias que las intenciones.
  10. Basta que el partido en el gobierno pierda 2 curules para que pierda la mayoría simple en el Congreso. ¿Quieres incidir en ello? Vota.

Resultados electorales para diputados 1997-2012

Estos son los mapas de resultados –a nivel distrito– de la primera y segunda fuerza en elecciones para diputados federales de mayoría relativa entre 1997 y 2012. La fuente de los datos y mapas es el SICEEF-INE.

Resultados por distrito para Diputados MR 2012

Resultados por distrito para Diputados MR 2009

Resultados por distrito para Diputados MR 1997 – 2006

Como se aprecia, una es la pluralidad que se evidencia en los ganadores o primeras fuerzas, y otra es la pluralidad en las segundas fuerzas. Los diputados pluninominales que a muchos enfadan, capturan esta última.

Por orto lado, los cambios o avances en la pluralidad en segundas fuerzas anticipan en cierto modo la pluralidad de primeras fuerzas de años posteriores. Basta comparar, por ejemplo, el mapa de segundas fuerzas en 1997 con el de primeras fuerzas en 2006.

La dinámica de los resultados electorales entre 2006, año en que el PRI fue la tercera fuerza en el Congreso, y 2009-2012, años en que este recuperó la primera fuerza, se ilustra muy bien con un diagrama de Sankey.

Cito de aquí en adelante el análisis de Javier Márquez:

Han habido “cambios importantes en el número de distritos ganados por los partidos políticos. La gráfica de abajo muestra la evolución del partido ganador en los 300 distritos del país. El ancho de las franjas es proporcional al número de distritos que ganó cada partido o coalición en las elecciones de 2006 (primera columna), 2009 (segunda columna) y 2012 (tercera columna). Por sencillez, los resultados están agrupados en tres bloques: (1) PAN, (2) PRI + Coalición PRI-PVEM y (3) PRD + Coalición PRD-PT-MC.

Flujo de triunfos distritales Diputados MR 2006-2012

Pero quizá lo más interesante del diagrama de arriba es que las victorias distritales de un partido no provienen necesariamente de distritos que les fueron favorables en el pasado. Por ejemplo, en 2009 el PAN ganó 70 distritos. En 2012 ganó 52 distritos, de los cuales, la mayoría provino de distritos que el PRI o su coalición ganó en 2009. A su vez, el PRI ganó un número considerable de distritos que el PAN ganó en 2009.

La gráfica también ilustra los patrones de competencia que mencioné en un post anterior: el flujo de distritos entre el PAN y el PRD es muy pequeño; la mayor parte de los flujos interpartidistas involucran al PRI. De ahí que la fragmentación de la oposición en la próxima elección podría ayudar al PRI a compensar el midterm loss.”

2 mitos del voto nulo

Dicen por ahí que el voto nulo es más eficaz que el voto de castigo. ¿Será?

1. ¿Estás harto del sistema de partidos? El voto nulo ayuda a todos los partidos a mantener el registro.

formula3porciento

La lista nominal al 15 de abril de 2015 es de 83,563,190 votantes. Si todos votamos, cada partido requeriría al menos 2.5 millones de votos (3% del total) para sobrevivir. Pero si solo vota la mitad de los empadronados –un escenario realista–, cada partido necesita al menos 1.25 millones de votos. Los votos nulos no cuentan en la suma de votos válidos, por lo que equivalen a abstenciones. Por ello, a mayor voto nulo, menos votos requerirá un partido para mantener el registro.

Este efecto es independiente de las preferencias partidistas de los anulistas y no asume que ellos favorezcan a tal o cual partido. Los votos nulos no necesariamente benefician a un partido en particular, ayudan “a todos” a superar el umbar de 3%. Y esto ocurre porque cada partido político tiene una capacidad –mayor o menor– de movilización de votos.

2. ¿De votante partidista a anulista? El voto nulo afecta menos al partido que te decepcionó que un voto de castigo.

algebravotonulo

Si dejas de votar por el partido con el que antes simpatizabas y ahora anulas tu voto, disminuyes la fuerza de ese partido; pero como el voto nulo no es un voto válido, también disminuyes la suma de votos totales, lo cual ayuda a ese mismo partido. En contraste, si dejas de votar por A y lo castigas votando por B, ineludiblemente perjudicas más al primero.

¿Voto nulo o voto de castigo? El debate

Al calor del cierre de las campañas electorales, en los últimos días he participado en diversos debates sobre el voto nulo. Aquí van las ligas a algunos de ellos:

Lecturas relacionadas:

Elecciones España 2015: ¿fin del bipartidismo?

Cada elección cuenta una historia. Y detrás de las elecciones municipales de España del 24 de mayo pasado hay una interesante historia de un bipartidismo que se diluye. En España están indignados desde la crisis de 2008-09. En un primer momento, en 2011, esto pareció beneficiar al derechista partido popular (PP) a costa del PSOE. “¡La democracia española no sirve: la economía va mal y la derecha se consolia!”, se apresuraron a decir algunas voces.

spain_municipal2007-2015

De aquel tiempo a la fecha se han acumulado escándalos en ambos partidos. Ayer hubo elecciones municipales y ahora cayeron ambos partidos: PP y PSOE. El PP cayó 10.5 puntos porcentuales respecto a 2011, el PSOE 2.7; y los votos nulos y blancos solo cayeron un punto.  Traducido en votos, el PP perdió 2.4 millones de votos respecto a 2011, el PSOE 670 mil, y los votos nulos y blancos cayeron en 255 mil. En 2011, el voto nulo o blanco fue de 4.2% y ahora fue de 3.2%. Hasta 2011, PP y PSOE fácilmente sumaban más de dos tercios del voto nacional. Ayer ambos partidos apenas sumaron 52% de las preferencias nacionales.

Así se ve (y se siente) un voto de castigo. Así se ve, también, un sistema electoral donde no es tan difícil que nuevas fuerzas políticas lleguen a la boleta: lo difícil era que ganaran frente a dos partidos dominantes.

¿Será este el fin del bipartidismo español? En diciembre habrá elecciones parlamentarias y es muy probable que la fragmentación política aumente aún más. Ni España ni México son las primeras democracias en hartarse de los “partidos tradicionales”, pero derrotarlos lleva tiempo. Continue reading

El voto nulo ayuda a los partidos

Los votos nulos, al igual que el abstencionismo, ayudan a que los partidos políticos mantengan su registro, sus prerrogativas y sus curules. ¿Por qué?

Cualuquier partido político mantiene su registro si:  formula3porciento

La aritmética es irrefutable: A mayor abstencionismo, menor será la suma de votos válidos, y menor será el número de votos necesarios para mantener el registro. A mayor anulismo, menos votos necesarios para mantener el registro.

Hasta antes de 2014, los votos nulos contaban para la votación emitida con la cual se estimaba si un partido mantenía su registro. Este umbral era de 2% y ahora es de 3%. Pero eso no es todo, ahora los votos nulos no cuentan para la votación válida emitida con la que se realiza ese cálculo.

La constitución señala que cualquier partido que NO consiga al menos 3% de la votación válida emitida en cualquiera de las elecciones federales (ya sea para diputados, senadores o presidente) perderá su registro (Art. 41, fracción I)

Antes de 2014, la Ley exigía un mínimo de 2% de la votación total emitida, entendida como la “suma de todos los votos depositados en las urna”. Pero tras la última reforma electoral, la votación válida emitida será la que resulte de restar a la suma de todos los votos depositados en las urnas, los votos nulos y los correspondientes a los candidatos no registrados.

Los votos nulos, al igual que el abstencionismo, producen sobrerrepresentación, lo cual puede ayudar a ciertos partidos a conseguir una mayoría en el Congreso. Y también ayudan a que los partidos pequeños mantengan su registro, sus prerrogativas y sus curules. Se vale votar como quieras. Pero vale la pena razonar las consecuencias de tu voto.

Nota: Este efecto es independiente de las preferencias partidistas de los anulistas y no asume que ellos favorezcan a tal o cual partido. Los votos nulos no necesariamente benefician a un partido en particular, ayudan “a todos” a superar el umbral de 3%. Y esto ocurre porque cada partido político tiene una capacidad –mayor o menor– de movilización de votos. Ahora bien, si los anulistas o abstencionitas tuvieran un fuerte sesgo partidista, entonces podrían tener un impacto en el resultado electoral–cosa que no afirmo y que es una cuestión empírica distinta al efecto aritmético señalado aquí.

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Voto nulo y wishful thinking

El 7 de mayo pasado, los estudiantes del Colmex me invitaron a participar en una mesa redonda sobre el voto nulo. Estas son algunas notas al vuelo sobre los “efectos mecánicos vs. psicológicos del voto nulo”, que resumen mi postura en aquella mesa.

El voto nulo, al igual que el abstencionismo, produce sobrerrepresentación. (Lo demás es wishful thinking.)

  1. Cada quien hace lo que quiere con su voto. De hecho, muchos votos son irrelevantes (por no ser determinantes en el resultado), así que anular o no la verdad tampoco es tan importante… pero si la sobremesa insiste, aquí vamos.
  2. Efectos mecánicos o aritméticos. El “efecto en los resultados electorales” del voto nulo es… casi nulo: al no revelar preferencias, no da ni quita triunfos.
  3. Al igual que el abstencionismo, lo que sí producen los votos nulos es sobrerrepresentar la fuerza real de los “votos válidos”: si la mitad de la gente anula o se abstiene, las preferencias y votos expresadas por la otra mitad valen el doble en la cofiguración de un congreso, por ejemplo..
  4. Pero si poca gente anula su voto, la verdad esto tampoco es un gran problema. En todo caso el problema real es el abstencionismo: 50% de abstencionismo produce mucho más sobrerrepresentación que 5% de votos nulos. La verdadera tragedia es que, teniendo sufragio universal, mucha gente se abstenga de ejercerlo.
  5. Quizá por ello, los partidos temen más al voto de castigo que al voto nulo o el abstencionismo: los partidos pierden o ganan con votos válidos, sea cual sea el nivel de nulos o abstencionistas.
  6. Efectos psicológicos: Visto como “acto de protesta“, el voto nulo puede tener efectos tan ambiguos como ir a una marcha o indignarte en redes sociales: a veces puede tener consecuencias reales, pero a veces éstas solo existen en tu mente. Pero si protestar te hace sentir bien, nadie puede reclamártelo: también es tu derecho.
  7. Argumentar que el voto nulo es una forma eficaz de protesta asume que los políticos serán más sensibles ante los votos nulos que ante los votos válidos o de castigo (mismos que pueden costarles un triunfo electoral, curules, presupuesto, supervivencia, etc.)
  8. Tu voto es tu voto. Al final de cuentas, es tan válido o legítimo “votar por o contra X”, como “protestar anulando”. Lo que me parece inadmisible es otorgarle más “consecuencias” a lo segundo que a lo primero: un voto que revela preferencias vale por dos: es un voto más para X, y un voto menos para las demás opciones. No puede decirse lo mismo de los nulos.
  9. Pregunta del ácido: ¿con cuántos votos nulos pedería su registro alguno de los partidos que te tienen tan insatisfecho? Respuesta: a partir de 2014, los votos nulos no cuentan para calcular el 3% de voto mínimo para que un partido mantenga el registro. (Antes sí contaban, por cierto).
  10. “No quiero votar por los mismos de siempre: todos son iguales.” Decir que “todos son iguales” es un bandera común de anulistas y abstencionistas. Lo curioso de esa justificación tan amplia y general es que basta UNA sola excepción para invalidarla.
  11. Basta una legislación o política pública implementada en los últimos años que a ti te guste para demostrar que la competencia electoral a veces produce buenos resultados. (Por ejemplo, chilangocéntricamente, sospecho que a muchos anulistas les gustan las ecobicis, el metrobus y/o la legalización del aborto. Sospecho, también, que la competencia electoral produjo esas políticas.)
  12. Otra cosa es indignarse por la insuficiencia de resultados. Pero en este caso mi hipótesis es que el voto de castigo produce más y mejores resultados que anular un voto por la sencilla razón de que los políticos temen más a perder elecciones que a perder legitimidad vía “el látigo del desprecio anulista”.
  13. Se acepta evidencia (no anecdótica no retórica, por favor) de que mi hipótesis anterior es falsa.

Lecturas relacionadas:

  • Aquí encontrarán otras entradas sobre el voto nulo en este blog.
  • Aquí mi defensa del voto de castigo. Y aquì otra de Jesùs Silva-Herzog.
  • Mi colega José Antonio Crespo ha escrito reiteradamente en favor del voto nulo: aquí, aquí y aquí.  Paola Saeb también hace una defensa del voto nulo. Y aquì otra más de José Ignacio Lanzagorta.

Un cuento de anulistas

¿Cuáles son los efectos mecánicos (o aritméticos) del abstencionismo y el voto nulo? Para ilustrarlos, escribí un pequeño “cuento de anulistas” en mi columna para Excélsior, “Voto razonado” (11 abril 2015).

Un cuento de anulistas

En un país imaginario estaban a punto de tener elecciones para renovar una de sus dos cámaras legislativas. Era un país chiquito, con sólo cinco votantes registrados. Como la sociedad no confiaba mucho en sí misma, mandaban traer a sus políticos de Marte.

En las pasadas elecciones sólo habían votado tres de los cinco votantes. El primero votó por un partido colorado (dicen que otrora hegemónico), el segundo por un partido azul (más bien entre azul y buenas noches) y, el tercero, por uno amarillo. Siempre habían votado así, y este año lo harían igual: eran votantes duros.

Como el Congreso sólo tenía tres asientos, éste se dividió en partes iguales: un diputado colorado, otro azul y otro amarillo. Las decisiones no eran sencillas. Unos decían que todo era mejor cuando la Cámara era de un solo color. Otros decían que había que tenerles paciencia a los políticos: después de todo, eran de Marte, sólo estaban tres años y se iban.

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¿Y si se van todos?

El 23 de marzo pasado, me invitaron a participar en la Tribuna de Milenio con el tema: ¿Por qué estamos tan indignados?  Aquí mi colaboración, donde hago un llamado al voto de castigo.

¿Y si se van todos?

Me confieso optimista de largo plazo. Considero que, en general, los mexicanos estamos mejor que hace 30 o 100 años y tengo la expectativa, irracional si se quiere, de que estaremos mejor dentro de 100 años más. Pero en horizontes de más corto plazo, digamos 5 o 10 años, me cuesta más trabajo ser optimista.

A decir de muchos, las cosas van muy mal en el país y existe una creciente sensación de indignación. ¿Estaban mejor las cosas antes? Los más jóvenes no tienen forma de saberlo y los más viejos quizá no lo recordemos ya. Es posible que las cosas estén igual de mal que antes pero que hoy, gracias a los avances tecnológicos y a un clima de mayor libertad de prensa (uno que es optimista), nos enteremos más fácilmente de lo mal que están las cosas.

Permítanme postular que, en todo momento y lugar, podemos contar conque al menos 30 por ciento de la población estará inconforme, insatisfecha o de plano indignada. Cuando la economía va bien, lo cierto es que no a todos les va tan bien; y cuando la economía va mal, es natural que la indignación aumente. Cuando gana o gobierna la derecha, los simpatizantes de la izquierda estarán inconformes, y viceversa. Continue reading